El cuerpo tirado en la calle marcaba el final esperado, presentido, calculado, sospechado, advertido. Lo miró varias veces antes de retirarse. Volvió sobre sus pasos. Sobre un río de pasos que circulaban a su alrededor superándolo, avasallándolo, dominándolo. La respiración iba retomando su ritmo natural, casi natural. El corazón quería acostumbrarse al nuevo estado de las cosas, pero no respondía con la celeridad acostumbrada. El revolver pasaba inquieto de mano en mano, de la cintura a la espalda, de un costado a otro. Aprisionado contra el cinturón, del lado derecho, lo sentía más cómodo, placentero, agradable: familiar. Había sido su compañero durante toda la noche mientras, en la oscuridad, esperaba el más mínimo sonido para salir, sigiloso, por la puerta sin llave, a la carrera. La cabeza le daba vueltas, giros de mentira, irreales, ficticios, quiméricos, utópicos. Manojos de bronca y odio caían desde las ventanas vecinas, coronando su andar taciturno, cansino. Reconoció la puerta entreabierta e ingresó, ocultándose a la claridad de mercurio, desapareciendo por mitades, partiéndose en dos entre la luz y la sombra. Caminó a tientas. Descargó el arma, luego de tantear el último lugar de su cuerpo en el que la había alojado. Se vio en el espejo. Se recostó vestido como estaba sobre la cama tendida. Jamás abierta. Esperó el mínimo ruido que revelara la hora del asalto, la carrera, la cacería. La oportunidad de cargar el arma en el último lugar de su cuerpo en el que la había alojado mientras ensayaba frente al espejo. Caminó a tientas. Reconoció la puerta de calle que había dejado sin llave. Salió revelándose por mitades entre la luz y la sombra. Sus pasos fueron acelerándose a medida que devoraban, como fauces hambrientas, el asfalto. Manojos de bronca y odio caían desde las ventanas vecinas coronando su andar impetuoso, aturdido precipitado. Por su cabeza daban vueltas sueños de mentiras, quiméricos utópicos irreales. El revolver pasaba de mano en mano. Firmemente aprisionado en la mano derecha lo sentía más cómodo, favorable, oportuno: familiar. El corazón quería acostumbrarse al nuevo estado de las cosas pero no respondía con la celeridad habitual. La respiración iba tomando un carácter agresivo, colérico, mordaz provocador. Corría sobre sus pasos, un río de pasos que circulaban a su alrededor superándolo, avasallándolo dominándolo. Lo miró varias veces antes de retirarse. El cuerpo sobre el asfalto marcaba el final esperado, presentido, calculado, sospechado, advertido.
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