jueves, 25 de octubre de 2007

Cinco minutos ( o la otra forma de emplear el tiempo)


Tiempo.Tiempo. Tiempo. Tiempo.

Cada una de las campanadas un segundo.

Tiempo. Tiempo. Tiempo.

Cada segundo un sentido.

Tiempo. Tiempo. Tiempo.

Las diez

El gong anunció una hora imprecisa pero puntual, redonda. Imaginó que el sonido -que duda podía caberle- provenía de la Iglesia, convento o como quiera que se llame. De su cúpula antiquísima, donde dos ángeles ( en realidad nunca supo si eran ángeles), blandían sus armas y acometían contra el cuerpo de la campana, cual badajos externos; gladiadores estoicos, empeñados en que el tiempo, no les jugara una mala pasada y decidiera por una vez burlar la vigilia implacable. No contó las campanadas. En realidad no tenía sentido. A esa hora era preferible ignorar que el tiempo le marcaba un posible contacto con la realidad. Contacto que abría la vacuidad como un mar derramándose; todo, encima de sus hombros. Caminó por la Plaza de Mayo, bajo un cortejo de palomas impasibles revoloteando sobre su cabeza gacha. Cual San Francisco agnóstico, apenas percibía estos movimientos. La caja de caramelos colgaba de su mano derecha; medio vacía.

El sonido de las campanadas de la Iglesia de la Calle Perú, le anunciaba las diez de la mañana. Los arcángeles eran una vez más, implacables. Marta lo estaría esperando en el bar. Fumando un cigarrillo junto a la ventana. Quería poner fin a esta entrevista, que era a la vez esperanza y angustia. La corbata le ajustaba el cuello obligándolo a mantener la cabeza demasiado tirada hacia atrás. Esto le daba cierto aire arrogante, como si mirara por encima de algún hombro inexistente. Había esperado una reunión de no más de treinta minutos, por esto citó a Marta a las diez. Conocía de sobra la puntualidad de ella y comenzó a impacientarse. Bastó contar las campanadas para dejar de oír la perorata de su futuro jefe.

Parecía mentira que a esa hora tanta gente pudiera circular yendo a alguna parte, quien sabe, donde alguien los esperara para realizar aquellas tareas que imaginaba imprescindibles. Miró la caja, era la primera del día. Tendría que vender por lo menos diez. Eso le aseguraba que mañana su jefe le diera la oportunidad de seguir en el trabajo.

No tenía reloj, sólo las campanadas que cada tanto -si el recorrido no lo llevaba demasiado lejos- le anunciaban el comienzo y el final de las horas.

En tres minutos miró otras tantas veces su reloj. Llegó a pensar que no era para nada dramático llegar cinco minutos tarde. Su angustia. Su urgencia tenía que ver con la necesidad de contarle a ella que había podido conseguir al fin, otro trabajo. Tal vez -y esto era una posibilidad apenas- no haría falta que vendiera el auto. La enésima vez que miró su reloj, repiqueteaba aún en sus oídos el sonido de la última campanada -que desde hacía un rato largo había dejado de sonar-. Salió rápido a la calle. Trepó a su auto; lo puso en marcha. Tomó por 25 de Mayo, describiendo esa curva que le pareció alegre, y lo depositó en la recta de la avenida. En la esquina donde los próceres de la libertad se juntan una vez más en un abrazo, el semáforo pasó del verde al amarillo. Como venía rápido calculó que los coches que circulaban por Diagonal Norte hacia San Martín, no llegarían a moverse siquiera cuando él pasara. Obsesionado por la idea, el golpe lo sorprendió con los cristales rotos sobre su cuerpo. Tardó, no supo cuánto, en reaccionar. Abrió la puerta en un estado de shock. Los caramelos sobre el asfalto dibujaban una guirnalda de colores, más allá de la mancha roja que comenzaba a envolver el cuerpo.



[1]Estimado lector: cuando termine de leer este cuento, he de pedirle que tome un reloj (si tiene cronómetro mejor) y calcule el tiempo de lectura. Si el ritmo que Ud. le imprime a ésta, es el que yo estimo, podrá comprobar que ronda los cinco minutos. Naturalmente; en este juego los segundos de más, o de menos, no cuentan. En definitiva lo que intento, es que participe de la variedad infinita de posibilidades, de empleo del tiempo. En el que puede llegar o irse la vida, o simplemente leer un cuento como en su caso. Esta nota tiene sólo la función de completar los segundos que faltan. Muchas gracias.




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