jueves, 25 de octubre de 2007

Hamlet

Solo; en la sala de su enorme mansión, frente a su máquina de escribir, Hamlet comienza una y otra vez la misma frase: ser o no ser... Ser, no ser.

No ha podido a lo largo de la noche, concentrarse suficientemente como para terminar con ese manojo de palabras que se agolpan en su garganta, en su espíritu, en su mente.

El sueño, tantas veces reiterado, golpea al ritmo de sus sienes. Siempre el mismo, por días, meses años, tiempo interminable como la duda. Ser, o no ser... Ser, o no ser ¿qué ?

El homicida, el amante asesino, el matricida, el Orestes guillotinador de este cuento.

Piensa. Se pregunta: ¿o es acaso más digno padecer la suerte que le ha tocado sin siquiera quejarse ?

El otro camino: ¿terminar la lucha en guerra contra un cúmulo de males? Aunque el resultado sea la muerte.

¿Morir?

¿Tal vez así volvería a soñar?

Porque, la duda es esa, qué sueños podrán ser lo que sobrevengan en el dormir profundo de la muerte. Estar al fin despojados de esta eterna razón que todo lo vigila. Es por ella, que suspende por encima de esta envoltura mortal, la desgracia de que vivamos tanto.

Por ella, por la que padecemos los sinsabores, el menosprecio de los mediocres, la lentitud de la justicia, los desprecios del amor, sin atrevernos nunca a poner fin a nuestros días, porque la incertidumbre de ese “algo tras la muerte”, región oscura de la que no ha regresado ninguno, nos turba el sueños y nos hace preferir el mal presente. No impide ser audaces. Perdemos los furores que llevan a grandes logros.

Si no fuera así, iríamos en busca de lo ignorado...

Miró una vez más el papel casi en blanco. Sus dedos tiesos sobre las teclas. Las mismas palabras repetidas.

Oyó un ruido en alguna parte que lo obligó a levantar la vista.

Ofelia -se dijo-. Pobre.

Se acercaba a paso lento envuelta en un vestido blanco. Maldijo haberle dado la llave. Tendría que soportar los reproches por la falta de atención de estos últimos tiempos. Cómo podría explicarle la opresión de su alma, que quería dejarla libre, que no pensara en él. Nunca más.

Oyó su voz preguntando desde el fondo del abismo en que se encontraba.

-Cómo estás, después de tanto tiempo.

-Bien, bien gracias.

-Vine para dejarte algunas cosas que hace tiempo me regalaste, envueltas en promesas que hoy ya no tienen sentido, quiero devolverlas...

-¿Yo?. Nunca te di nada.

-No lo hagas más difícil. Bien sabés que es así.

-Bueno, en todo caso, vos lo dijiste, ya no tienen sentido. Quedátelas.

-No, no. No las quiero...

-¡Por favor, venís a estas horas a interrumpir mi descanso, si tanto te pesa nuestra historia entonces andate a un convento.

-¿Qué decís?..

-¿Dónde está tu padre?

-En casa supongo.

-Bien, que cierre entonces las puertas y las ventanas, así no se expone al ridículo.

-Pero...

-Y vos. Si sos tan buena, no te ates a ningún hombre, todos somos unos malditos...

-No se que creer.

Decimos una cosa y pensamos otra. De verdad, andate a un convento... Mirá, si yo que soy medianamente bueno tengo en mente cosas de las que se avergonzaría hasta el más corrupto de los criminales... A tal punto que más le hubiese valido a mi madre no haberme engendrado. Cómo puedo desear que te unas a mí. Olvidame. Y haceme caso andate a un convento...

-Estás desvariando...

-Pero, si así y todo insistís en casarte... Casate con un necio. A los inteligentes los convierten en monstruos.

-Qué decís. Quién...

-Pero no te hagas muchas ilusiones, que si por mi fuera, no habría más matrimonios, los que hasta ahora estén casados seguirán así. Menos uno. Y el resto...

-Aclarame que tiene que ver con nosotros...

-Andate a un convento. Y pronto...Adiós.

-¡Hamlet !..

-Ese jueguito del maquillaje... porque yo sé que es un juego, un camuflaje que las hace aparecer como inocentes, cuando en realidad ocultan la astucia.. ¿Me estaré volviendo loco?... Por las dudas andate a un convento. Hasta nunca.

Lo vio alejarse, tambaleándose al caminar. Dejó sobre la mesa, junto a la máquina de escribir, el anillo y la cadena de oro. Leyó la frase repetida varias veces sobre el papel: ser, o no ser. Ser, o no ser...Ser...

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