
Caminando como un equilibrista sobre un cordel se acerca a mis dedos, entonces salto al otro extremo del trapecio y ella se consume casi en un llanto.
Hay un canto oculto en la trastienda del alma, que no se atreve a brotar cuando es preciso. Esto es así, porque tantas veces el corazón se vistió de fantasma y salió a recorrer los rincones vacíos, que olvidó los mejores aromas y ya no puede gustar los manjares supremos. Por no sufrir otro instante de ingenuidad, busca una estrella dorada que distraiga la vista, más allá de la muerte, riendo sin tener más razones que las manos heladas y un proyecto furtivo.

Caminando como un equilibrista sobre un cordel se acerca a mis dedos, entonces salto al otro extremo del trapecio y ella se consume casi en un llanto.
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