
y leves anacronismos.
Llegó puntual a la cita; Corrientes y Callao, el bar de la izquierda mirando hacia el obelisco, le había dicho. Eligió un lugar sobre Callao, cerca de la ventana a la altura de la boca del subte. Podría ver desde allí; imaginaba, cuando Alejandra emergiera como un periscopio, cuan larga era, viniendo hacia él. Se entretuvo mirando las luces de los semáforos, en calcular la impaciencia de los conductores por el sonido de las bocinas, apenas se encendían las luces amarillas. Al peatón apurado, que se lanzaba al trote delante de los autos que habían arrancado; a la señora, con su hijo en el cochecito, que aún teniendo luz verde, no se animaba a bajar a la corriente de ese rápido, capaz de llevarla; arrastrando, hacia las rocas que pudieran ahogarla.
El mozo se acercó para tomarle el pedido: una gaseosa; pidió mecánicamente con voz impostada, como pensando que en esa decisión, se jugaba algo realmente importante - cualquier artilugio era bueno para distraer esa tarde sus pensamientos -. Concentró su mirada en la ventana, que a su derecha daba hacia la boca del subte; gente entrando y saliendo. Algo natural para alguien como él que vivía en una gran ciudad, en que el tránsito hace preferible la opción subterránea para moverse de un extremo a otro rápidamente. Pero como juego de abstracción se entretuvo en imaginar la mirada de otro Ser, de otro tiempo; alguien que no conociera este medio, que sólo viera a esta multitud tragada por la tierra. Imaginó seres sin tobillos; rodillas; cintura; pechos; cuello; cabeza; nada. Cabeza; cuello; pechos; cintura; rodillas; tobillos. Desapareciendo y apareciendo; apareciendo y desapareciendo. ! Qué cuentos podrían escribirse tan sólo con mirar la boca de los subtes! !Qué deducciones harían los filósofos! La realidad es dialéctica - pensó con voz grave de erudito del siglo XVII - aquí podemos comprobarlo; al universal desaparecido, la nada en apariencia, que a la vez es el todo, en lo formal; se contrapone: lo concreto, lo aparecido; que en cuanto se afirma como tal, niega la nada y a la vez al todo, siendo lo que es: el para sí.
! Boludeces! ¿Cuánto debía fingir no pensar, pensando?
Alejandra no emergió de la boca del subte, apareció casi inadvertida para él; hasta que estuvo a dos mesas de la suya, ingresando por la puerta lateral que da sobre
En su rostro había una expresión de resignación, que le daba cierta seguridad; o por lo menos eso le pareció. Dedujo entonces, que mejor sería ir al grano. Sin vueltas. Levantó la mirada desde la copa hasta su rostro, volviendo a bajarla.
- me voy, esta situación no la aguanto más. Vos podés hacer lo que quieras. Me gustaría que me entendieras... Pero de todas formas, la decisión es mía y me la juego así.
-Yo no; respondió ella, fría, segura. Yo también quisiera que me entendieras.
Se quedaron callados, él porque no sabía que más decir, había comenzado por el final; nunca se debe ir al nudo de la discusión sin prolegómenos. Pero ya era tarde. Cuando la decisión final está sobre la mesa, no queda nada por negociar, más que un sí, o un no; y era no.
Alejandra se quedó mirando la copa a medio llenar. Entonces él preguntó si quería tomar algo. Un café; o un cortado, dijo ella.
Por la boca del subte seguía cumpliéndose la inflexible dialéctica de seres anónimos. Cuando volvió a mirarla, Alejandra estaba echando azúcar en la taza. Se imaginó que bien podía ser arena, como la de Necochea; que el viento arrastraba impregnando los cuerpos, cubriéndolos. La recordó tirada boca abajo en la playa, aquella mañana terrible de enero. No tenían nada que hacer en medio de ese grupo, querían irse; pero no lo hicieron. Como hoy, hubo un instante de silencios entre los dos; de supuestos subyacentes mutuamente comprendidos, entonces decidieron irse a la playa, aunque todo aconsejaba que no era conveniente. Se tiraron sobre la arena seca que el viento barría, lastimando la piel.
Alejandra ahora revolvía el café; impersonal, silenciosa. Dejé el trabajo; dijo de pronto lastimando el vacío.
-! Estás loca! Fue lo primero que le surgió; sabía que de alguna manera él estaba involucrado en esa decisión. ¿De qué pensás vivir?
- No se. Pienso preparar comidas. Hacer tortas. No se. Me absorbe mucho tiempo mi trabajo en la telefónica. Quiero hacer mi vida de otra manera.. Hacer lo que me gusta... Me gustaría que te quedaras. Dijo.
- Quisiera pero... No supo que agregar, esperaba otra dinámica de las acciones y las palabras y no pudo reaccionar.
-Tomé una decisión; dijo por fin, eligiendo la peor forma; como siempre en estos casos.
Ella revolvía la borra del café; sin sentido.
El volcó en la copa las últimas gotas de una gaseosa vacía; desde hacía rato.
- Tal vez volvamos a vernos, dentro de algunos años, dijo al fin.
- Quizá llegue hasta tu casa y te pegue dos tiros en la cabeza, dijo ella.
Pensó que a esta altura de los acontecimientos era casi un cumplido que le dijera eso; por eso no contestó. se puso de pie, entonces se dio cuenta que no había pagado aún y decidió no sentarse para no parecer ridículo. Voy al baño; dijo, un tanto confundido.
Cuando regresó tenía calculados cada uno de los movimientos a seguir. Llamó al mozo; sumó los tickets; sacó la billetera; pensó cuanto debía dejar de propina. Observó el rostro de ella inexpresivo; frunció los ojos, entrecerrándolos; como si decidiera algo importante, sin dejar de mirarla; entonces sacó un billete de cinco pesos y dijo: está bien, dando a entender que no quería vuelto. Guardó la billetera en el bolsillo trasero izquierdo.
Con los brazos a noventa grados a ambos lados de su cuerpo, abrió las manos mostrando las palmas, en una mueca característica.
Se despidieron con un beso en la mejilla, por encima de la mesa. Ella salió por la puerta que daba a






No hay comentarios.:
Publicar un comentario