se prolonga
en el labio matinal
que liba aquel aroma
y es presencia lo etéreo
esencia y propiedad de lo concreto
es percibido por los ojos entonces
y aún; los hiere.
Hay un canto oculto en la trastienda del alma, que no se atreve a brotar cuando es preciso. Esto es así, porque tantas veces el corazón se vistió de fantasma y salió a recorrer los rincones vacíos, que olvidó los mejores aromas y ya no puede gustar los manjares supremos. Por no sufrir otro instante de ingenuidad, busca una estrella dorada que distraiga la vista, más allá de la muerte, riendo sin tener más razones que las manos heladas y un proyecto furtivo.
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